PRENSA GAMEA | Lun 22.07.24.
Aún con la penumbra de la madrugada, Mario Vargas, un vendedor de golosinas en la Terminal Metropolitana de El Alto, notó a una niña que lloraba sin razón junto a un varón sospechoso; de inmediato alertó a un efectivo policial y se trataba de un caso de trata y tráfico. La ciudadanía es uno de los grandes aliados para combatir este delito de violación a los derechos humanos.
“A veces, los vendedores que se encuentran en el interior de la terminal son quienes hacen la denuncia, porque notan que los niños no quieren hablar o están asustados. También, en el interior de los buses, los pasajeros notan que hay niños que se encuentran solos”, informó el subteniente de la Policía Boliviana, Yuri Choque.
Agregó que en los operativos se controlan los documentos de autorización pertinentes y las cédulas de identidad de los menores, y de los padres o tutores. Además, se pregunta a los infantes con quién viajan.
Cada día, Mario Vargas, conocido por su aguda capacidad de observación, se convierte en un silencioso testigo de los eventos que suceden en la terminal. Su naturaleza calmada y serena le permite detectar detalles que otros podrían pasar por alto. En medio del bullicio cotidiano, es capaz de notar situaciones inusuales que podrían estar relacionadas con trata y tráfico de personas.
Al ser testigo de muchos hechos, la única decisión que toma es alertar a la Policía sobre actividades irregulares. Los niños son los principales consumidores de las golosinas que vende Mario y al ser también un padre de familia conoce los comportamientos extraños que expresan los menores cuando están en peligro. Muchas veces están callados, reflejan pánico, estrés o quieren llorar.
Según las recomendaciones de la Policía Boliviana, para identificar posibles víctimas, es importante observar si las personas rechazan el contacto con otras, se muestran nerviosas y presentan signos de ansiedad, que son las señales más comunes en las víctimas de trata y tráfico.
En el bullicioso ambiente donde Mario hace su vida, su atención se afincó a un punto casi intuitivo. Para él, una mirada o el comportamiento de cada persona son señales de alerta que van más allá de simples transacciones comerciales.
Ante cualquier indicio que detecta, Mario actúa con rapidez y no duda en informar a la Policía, cuyas oficinas se ubican en el ingreso principal a la Terminal Metropolitana o al personal de la Defensoría de la Niñez, que también están en este predio.
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DAA