PRENSA GAMEA | Mie 24.07.24
A más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, el aire del cielo alteño es más delgado y cada aliento representa un esfuerzo, pero son esas condiciones que desarrollan mayor resistencia corporal para quienes se trazan el reto de competir en deportes olímpicos o de élite. Uno de ellos es el maratonista Policarpio Calizaya, quien llevó el nombre de Bolivia a tres ediciones de los Juegos Olímpicos y parte de su preparación la hizo en el territorio alteño.
“Más que todo, por ser altiplano, vienen a entrenar a este lugar. El clima frío mejora la capacidad de carga de glóbulos rojos, porque cuando bajas (a la altura de las sedes deportivas), tienes la ventaja de obtener mejores resultados en tus pruebas, ya que oxigenas mejor. Eso es lo que buscan los atletas, ir a lugares altos”, explicó Calizaya.
Es en la planicie de frío indómito que se forjan los campeones, a decir de Calizaya. ¿El secreto para el éxito? La determinación y constancia son las claves. Calizaya recuerda el trajín cotidiano que vivía en una parte de su preparación. No es un secreto de ciencia el descubrir que los atletas formados en las alturas llegaban con alguna ventaja a las competiciones que se realizaban en llanuras y tierras bajas.
Calizaya compitió en Seúl 1988, corrió en los 10.000 metros y llegó en el puesto 18. En los Juegos de Barcelona 1992 participó en los 10.000 metros y cruzó la meta en la posición 24 y, posteriormente, en los 5.000 metros, arribó en el lugar 14. Por último, en Atlanta 96, donde además fue abanderado del equipo boliviano, participó en la maratón de 42 kilómetros y llegó en el puesto 91.
El atleta olímpico nacional tenía una peculiar forma de entrenamiento en la avenida 6 de Marzo, ese trayecto que cada día sufre con un atolladero de coches pero en los tiempos de maratón, para Calizaya, era el recorrido adecuado para dar su zancadas hasta perderse en la periferia urbana.
“Corría distancias de 10, 15 y hasta 35 kilómetros, y en muchas ocasiones hacía recorridos de ida y vuelta desde la Ceja hasta la Apacheta”, detalla el especialista deportivo. El arduo trabajo de minutos y segundos dio sus frutos de gloria en los Juegos Sudamericanos de 1994, en Venezuela, donde ganó la medalla de oro en la maratón y así logró consolidar su legado en la historia del atletismo boliviano.
Calizaya es una bitácora de actividades y un álbum fotográfico viviente. Se expresa de El Alto como una ‘promesa de superación para muchos atletas’. Es más, lo cotidiano es que los disciplinados deportistas, envueltos en sus buzos y chaquetas, madrugan con sendas carreras a lo largo de las extensas avenidas, toman plazas y parques, y hay otros que descienden desde la Ceja hasta La Paz, por la autopista.
Calizaya recuerda que la leyenda mexicana Raúl González, medalla de oro y plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984, es un testigo viviente de los beneficios de entrenar en El Alto. Gracias a las condiciones extremas de esta urbe, su resistencia se incrementó notablemente y fue parte de la estrategia aplicada por el nacido en el estado mexicano de Nueva León.
Con una carrera tan inspiradora, Calizaya no se olvida de los futuros atletas alteños. Les recomienda perseverancia y disciplina, que son claves para alcanzar logros y participar en eventos de ámbito nacional e internacional. “Con entrenamiento se puede aspirar a lograrlos y participar en eventos nacionales e internacionales”, enfatiza con sabiduría y esperanza.
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DAA